Como científico del clima que se enfrenta a diario a los inaceptables riesgos asociados al cambio climático antropogénico, creo que el bienestar de la civilización depende del rápido desarrollo y despliegue de una energía económica y libre de carbono, quizá complementada con tecnologías de captura de carbono. Es importante comprender que no se trata simplemente de descarbonizar la producción energética existente, sino de garantizar que el rápido desarrollo previsto y esperado de las economías de las naciones actualmente pobres se base en una expansión de la producción energética libre de carbono. Esto sólo puede ocurrir si las fuentes de energía bajas en carbono son económicas. También es vital reconocer que una fracción significativa de esa producción de energía es para satisfacer la gran demanda industrial de calor a alta temperatura, que no puede ser satisfecha, o satisfecha económicamente, por la energía eléctrica. 


La experiencia y la simple matemática nos enseñan que el camino más rápido y económico hacia una energía libre de carbono pasa por combinaciones juiciosas de energía renovable y nuclear. Naciones como Suecia y Francia, que han conseguido descarbonizar rápidamente su producción de electricidad, lo han hecho combinando la energía nuclear y la hidráulica. Los escenarios que dependen de una única fuente de energía son desaconsejables y, por lo general, inviables. Las energías renovables a escala de red sin carga de base requieren enormes cantidades de almacenamiento de energía, y el coste actual de dicho almacenamiento es aproximadamente un factor de diez demasiado grande para ser viable. Aunque siempre cabe esperar una reducción de los costes de almacenamiento, no sería prudente apostar el futuro de la civilización por ello. Además, las energías renovables no pueden suministrar el calor a alta temperatura necesario para muchas aplicaciones industriales. 


Las energías renovables y la nuclear se necesitan mutuamente, y necesitamos ambas si nos tomamos en serio la mitigación del cambio climático. Si queremos hacer progresos sustanciales, es vital que los ecologistas reconsideren su oposición histórica a la energía nuclear, reconozcan que, estadísticamente, es la forma de energía más segura que hemos desarrollado nunca, y vean que el poco riesgo que existe palidece en comparación con los riesgos del cambio climático. Cada día que retrasamos el despliegue de la energía nuclear, o aceleramos el cierre de los reactores existentes, es un día en el que prolongamos la vida del carbón, el petróleo y el gas. Si en Occidente nos negamos a impulsar la energía nuclear, su creciente demanda mundial como solución al cambio climático será satisfecha por China y Rusia, como ya está ocurriendo.



Es hora de que los ecologistas dejen a un lado viejos rencores y estrechen la mano de su antiguo enemigo, reconociéndolo como un amigo en la guerra contra el cambio climático. Únete a mí y a muchos otros científicos del clima y ecologistas como Verdes por la Energía Nuclear.

Kerry A. Emanuel
Profesor de Ciencias Atmosféricas, MIT, Cambridge, Massachusetts. Diciembre de 2020

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